Desde niños vamos formando conceptos de todo lo
que nos rodea, de cada persona, cada objeto y cada episodio que hace parte de
nuestra experiencia como seres humanos. Podría afirmar que de todos esos conceptos
que he formado no solo en mi cabeza sino también en el retumbar de mi corazón
es ese que retumba más que nada por medio de mis palabras. ¿Mi vida? Cada vez
que me preguntan acerca de mi existencia tengo la gran facultad de traer a colación
las cosas negativas que han pasado tras ella sin embargo una vez reacciono y me
doy cuenta de lo molesto y aburrido que esta mi interlocutor al percibir mi
acento quejambroso, recobro la compostura y empiezo a analizar qué es lo mejor
o quizás eso bueno que componen estos cortos diez y ocho años de vida y
que suenan como un nuevo instrumento, no es necesario hacer el mayor análisis
ni hacerlo en un tiempo record para llegar a una conclusión: MI FAMILIA,
aquella compuesta por una madre luchadora, amante de su hogar, dispuesta a
dejarse hasta a ella misma por sus hijos, mi padre, un hombre algo machista, mi
héroe hasta los ocho años de vida, mi modelo a seguir, mi abogado empírico
favorito, emprendedor, dispuesto a superar cada obstáculo y llegar a la meta
sin pensar en los grandes esfuerzos que tendría que hacer, quien siempre estaba
dispuesto a quitarse lo más preciado de la su vida para dárselo a quienes más
amaba: un bocado de comida, El Guguis: tan parecido a mi padre, tan emprendedor,
tan inteligente, tan único, tan introvertido pero siempre siendo el modelo a
seguir de los más chiquitos, tan maduro desde pequeño, tan independiente de la
familia que si no fuera por ese rayo de amor que se enciende entre nosotros podría
pensar que ni haría parte de ella. El conejito, como lo llama mi padre,
mi hermanito, mi calvas, mi compañero de juegos pero más de peleas, mi inspiración
y mi motivación diaria, así es, mi hermano menor y mi madre siempre han sido el
motivo por el cual me levanto cada mañana con el ánimo de seguir, de empezar de
nuevo, de dejar a un lado la tristeza que impera en mi alma, de evadir cada obstáculo
que me impide cumplir la meta, esa que más allá que ser la mejor abogada y tener
el título oficial " Redentora de los pobres" ( como todos lo afirman)
implica ser feliz, compartir mi felicidad con ellos dos más que nadie, ser
capaz de sonreír cuando aún sin tener nada tenga el mejor de los regalos: UNA
FAMILIA COMPLETA Y FELIZ.
Desde pequeña me he caracterizado por ser una
persona bastante perfeccionista, bastante soñadora, bastante emprendedora,
bastante, bastante, bastante...
Siempre actuaba con la firme convicción de lograr
grandes cosas que permitieran generar un bienestar en mi familia. Fue necesario
que pasaran 18 años para darme cuenta que sigo viviendo en ese mundo de fantasías
que Disney me pinto a pesar de que nunca hice mayor parte de su audiencia. ¿Por
qué? Porque no me permito/ia vivir el presente solo por andar pensando en un
futuro, en un mañana con un sol mas brillante y mas cálido. De mis metas,
mis sueños y mis mayores proyectos mi madre y mi hermano menor nunca salieron
de allí. Frente a cualquier obstaculo que se presentaba siempre veia la oportunidad que me daba Dios para ser fuerte,
para empezar de nuevo, él nunca me dejaba sola, a pesar de que yo muchas veces si lo hacía.
Aprendí que mis sueños son míos, que mi vida es mía, que mi existir es mío y de
Dios.