Has olvidado encontrar quién eres tú, y en vez de
buscar los obstáculos que te lo impiden, clamas a Dios para que te solucione el problema. Buscas la
felicidad sin darte cuenta de que es una cosa que ya tienes, y no reparas más que en los obstáculos, sin
molestarte en descubrir lo que hay detrás.
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